sábado, 14 de mayo de 2011

El tronco

Klee caracteriza al nuevo artista que es primero y ante todo plasmador, formador, creador, y caracteriza su manera de plasmar, formar y crear, con las siguientes palabras: 
Déjenme emplear un símil, el símil del árbol. El artista ha penetrado en este nuestro mundo multiforme y -vamos a suponerlo así- se ha orientado en él mas o menos... calladamente... La orientación en las cosas de la naturaleza y de la vida, ese orden ramificado, de muchas ramas, lo quisiera comparar con las raíces del árbol.
De allí le fluyen al artista las savias que pasan a través de él y de sus ojos.
Él está, pues, donde está el tronco.
Asediado y conmovido por el poder de ese fluir, trasmite en la obra lo que ha visto.
Como la copa de árbol, que en el tiempo y en el espacio se despliega visiblemente hacia todos los lados, se despliega también la obra.
A nadie se le ocurrirá pedirle al árbol que forme la copa exactamente como la raíz. Todos comprenderán que entre abajo y arriba no puede haber relación de espejo y objeto reflejado. Es natural que las distintas funciones de distintos ámbitos elementales den lugar a grandes diferencias.
Pero precisamente el artista en muchos casos se le quieren prohibir esas diferencias con respecto a los modelos naturales, necesarias, sino por otras razones, por las exigencias de la creación pláticas. Hasta se ha ido tan lejos como para reprocharle impotencia e imputarle un falseamiento intencional.
Pero él, en el lugar del tronco, lugar que le está asignado, no hace más que recoger lo que brota de la profundidades y trasmitirlo. Lo que hace no es servir, ni dominar; es simplemente TRANSMITIR.
Ocupa, pues, una posición auténticamente humilde. Y la belleza de la copa no es suya, sólo ha pasado a través de él".    

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